lunes, 13 de junio de 2011

Batalla por la Autosuperación

La batalla interna librada en la psique humana.
Según los olmecas, toltecas, mayas, aztecas, la diosa Coatlicue simboliza el Ser o Alma de la persona.
Como se ve no alentaban un concepto manso.
Están en las manos humanas la vida y la muerte, la tierra y la fertilidad.
Se representa al Ser con una falda de serpientes y un collar de manos, y corazones arrancados de las víctimas. Su cabeza se forma por dos serpientes enfrentadas, símbolo de la dualidad/complementariedad, un concepto básico en la cosmovisión de las civilizaciones precolombinas.

El Ser o idiosincracia humana no es manso ni gentil; es feroz, cruel, sediento de sacrificios humanos. Sus afiladas garras en manos y pies remiten a la ferocidad del jaguar, animal sagrado por excelencia, y las serpientes simbolizan a la humanidad.

Coyolxauhqui, la Luna para los aztecas, da lugar a la manifestación de las bajas pasiones, desbordadas y sin control, que comandan los pensamientos volubles y especulativos.

Huitzilopochtli representa la virtud de la voluntad humana, la cual debe ser cultivada con el conocimiento del dominio de si mismo; la voluntad aplicada al dominio de los impulsos y pasiones se pueden imponer y dominar a las pasiones desenfrenadas así como a los pensamientos especulativos.

Los antiguos mexicanos llamaban "guerrero" al hombre que buscaba cultivar sus virtudes y combatir sus defectos, librando la mayor de las batallas: la lucha por conquistarse a si mismo y despertar su propia conciencia.
Los antiguos mexicanos, al igual que los sudamericanos mapuches, llamaban el Mictlan o Xibalbá a la región de los hombres que no luchaban por conquistarse a si mismos, región a la cual el gran dios Quetzalcoatl debía descender para recolectar y llevar consigo a los hombres que tuvieran el deseo de convertirse en guerreros, simbolizados éstos como los huesos que lograba extraer del Mictlan, los cuales eran molidos para representar la renuncia del hombre a su anterior forma de vida y la recreación del mismo para simbolizar su nacimiento a la vida del guerrero espiritual.

Los toltecas decían que el hombre nace amorfo o anónimo ante los ojos de los dioses y que a través de su propio esfuerzo y el cultivo de sus virtudes le corresponde a sí mismo el labrarse un rostro y corazón para que los dioses puedan reconocerlo. Cuando un hombre común muere éste viaja al lugar de los antepasados, fusionándose así con ellos y perdiendo su individualidad. Pero cuando este hombre decide seguir el ejemplo de los dioses se transforma en héroe, en semidios, digno de ser ejemplo de otros hombres y de tener un lugar al lado de los dioses.

También llama mucho la atención que dentro de la mitología nos habla de ciclos, de que todo es cíclico y que a una época de esplendor le sucede una de carencias y viceversa. Pero el responsable de estos ciclos es nada más y nada menos que el mismo hombre.

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